Esto es un fragmento de una obra en proceso, son cuentos individuales enmarcados en una historia con contexto de postguerra y ciencia ficción.
En aquel
momento Aurora solo podía tener la cabeza fría, no sentía otra cosa, nunca le
había dado miedo la sangre sin embargo nunca había probado a hacer lo que iba a
hacer en piel humana. El niño estaba llorando y temblando, sabía que si se
acercaba el niño se resistiría y sería mucho peor.Aurora se
acercó muy despacio, se sentó en el suelo a su lado y le cogió de la mano. La
herida que el niño tenía en la pierna continuaba sangrando.
―¿Quieres que te cuente una historia?
"Una vez me encontré a un gato callejero en un parque, yo estaba comiéndome mi almuerzo tranquilamente en mi descanso de trabajar, la verdad es que prefería estar fuera y disfrutar un poco del sol que encerrada en mi oficina. Aquel gato me miró y yo adoraba a los gatos así que lo llamé. Pero aquel gato salvaje no confiaba en mí así que ni siquiera se me acercó, simplemente se quedaba mirándome desde la distancia."
El niño había dejado de temblar. Aurora cogió su hilo negro y su aguja. Aquel niño había caído hipnotizado por la historia y la miraba atentamente.
"De repente un trozo de comida se me cayó al suelo, el trozo rodó y el gato lo miró con avidez. De un salto el gato ya estaba a mis pies y devorando con gusto aquel trozo de comida. A mí me dio pena y a pesar de que tenía aún más hambre le di la mitad de mi comida. Después de comer me gustaba quedarme leyendo un poco hasta que terminara mi descanso pero aunque ya no quedaba comida aquel gato no se apartó de mi lado. Descubrí que era un gato muy noble, se dejaba acariciar, se frotaba contra mis piernas, me olisqueaba con delicadeza y me rozaba con sus zarpas sin sacar sus garras."Aurora estaba limpiando la herida y desinfectando la aguja, preparándolo todo para empezar a coser."Desafortunadamente me tuve que ir a trabajar y aquel gato se quedó plantado en ese sitio del parque mirando cómo me alejaba.A la vuelta del trabajo decidí dar un rodeo a casa y pasar por el parque, en el mismo sitio donde estaba aquel gato. Algo dentro de mí tenía la esperanza de que ese gato me hubiera estado esperando en el mismo sitio en el que lo dejé. Pero cuando llegué a aquel banco el gato ya no estaba. Claro, es un gato callejero, pensé, ellos no quieren a nadie, tienen su propia vida, es imposible domar a un gato. Pero antes de atravesar el parque escuché un ruido que me alertó, era un chillido desgarrador. Miré al rededor y busqué por todas partes el origen de ese chillido y lo que vi me heló la sangre.Un grupo de niños de unos trece años tenían cogido a aquel gato por el cuello, pero el gato no se defendía, no se retorcía, no bufaba, no hacía nada. Aquel gato se había resignado a vivir, los miraba con unos ojos que suplicaban mátame, acaba con mi existencia y así acabará todo este dolor.
La razón por la que el gato estaba chillando era porque los niños le estaban quemando la cola con un mechero y el gato maullaba de dolor. Yo me acerqué muy enfadada dispuesta a decirles cuatro cosas a esos niños, reñirles por jugar así con la vida de un ser vivo. Incluso en el fondo deseé un mal muy grande para ellos, que le hicieran lo mismo que le estaban haciendo a ese pobre gato."Aurora estaba terminando de coser la herida."Pero entonces vinieron los padres de aquellos niños. Al ver lo que estaban haciendo solo dijeron: soltad eso que nos vamos ya a casa. Y así lo hicieron, los niños soltaron al gato y se fueron con sus padres. No miraron atrás, no hicieron nada más. Simplemente, se fueron."
Aurora se limpió las manos de sangre con un trapo mojado en agua y miró al niño que aún continuaba observándola atentamente.
―¿Y qué pasó con el gato?―El niño se había olvidado completamente de su herida, ya cosida, y sacó fuerzas para seguir preguntando.
"Yo me quedé totalmente petrificada, claro, los niños no podían ser así de crueles porque sí. Un niño no aprende lo que es el odio, la crueldad y la intolerancia él solo. Un niño solo aprende observando e imitando y si no se le ponen límites crecerá como un arbusto salvaje sin podar, llegando a ser venenoso, pudiendo incluso matar con el roce de sus hojas. En aquel momento lo comprendí. Ojalá esos niños vieran otros modelos a seguir, ojalá esos niños vieran como alguien levanta a una señora que se ha caído en la calle, ojalá vieran como otro niño comparte su merienda aunque sea de su dulce favorito, ojalá vieran como le ceden el asiento en un autobús a una persona mayor y se cuestionen, que se cuestionen por qué ellos no hacen esas cosas, y que si alguna vez están en un apuro si les gustaría que personas como esas los ayudaran. Decidí que yo quería ser uno de esos modelos y que si alguna vez ayudara a alguien a comprender mínimamente lo que siento ya sería la persona más feliz del mundo por ello.
Me agaché y me acerqué al gato, el gato me rehuyó, desconfiado, pero estaba tan débil que no podía irse a ninguna parte. Lo cogí en brazos y lloré, lloré de impotencia y de pena. Cuando alcé la vista lo vi, uno de los niños que había estado maltratando al gato había vuelto a coger la gorra que se le había caído y estaba tirada en el suelo. El niño se quedó mirándome y yo no le pude decir nada porque ya no estaba enfadada, solo triste. Juraría que la cara de aquel niño había cambiado por completo, ya no tenía esa cara de placer que puso cuando estaba maltratando al gato, su cara era de un total desconcierto y algo de arrepentimiento. Y se marchó."
―¿El gato se puso bien? ―preguntó el niño.
―Sí, y fue muy feliz viviendo conmigo. ―dijo Aurora.
―¿Y aquel niño estaba arrepentido de haberle hecho daño al gato?
―No es tan fácil. Ojalá las personas cambiaran con solo un pequeño gesto. A lo mejor aquel niño sintió un poco de arrepentimiento pero estoy segura que después se convenció de que era solo un juego. Que solo estaban jugando.
―¿Y cómo cambian las personas?
―Con el tiempo. Y con la experiencias. Por ejemplo, seguro que tú a partir de ahora te conviertes en un niño muy valiente. Vamos a buscar a tus padres ¿vale?
Aurora se apartó un poco de aquel niño. Las manos aún le temblaban, era la primera vez que le cosía una herida a alguien. Pero eso no podía bastar, necesitaban ayuda médica cuanto antes. No sabían cuánto tiempo podrían aguantar en esa situación.
―¿Quieres que te cuente una historia?
"Una vez me encontré a un gato callejero en un parque, yo estaba comiéndome mi almuerzo tranquilamente en mi descanso de trabajar, la verdad es que prefería estar fuera y disfrutar un poco del sol que encerrada en mi oficina. Aquel gato me miró y yo adoraba a los gatos así que lo llamé. Pero aquel gato salvaje no confiaba en mí así que ni siquiera se me acercó, simplemente se quedaba mirándome desde la distancia."
El niño había dejado de temblar. Aurora cogió su hilo negro y su aguja. Aquel niño había caído hipnotizado por la historia y la miraba atentamente.
"De repente un trozo de comida se me cayó al suelo, el trozo rodó y el gato lo miró con avidez. De un salto el gato ya estaba a mis pies y devorando con gusto aquel trozo de comida. A mí me dio pena y a pesar de que tenía aún más hambre le di la mitad de mi comida. Después de comer me gustaba quedarme leyendo un poco hasta que terminara mi descanso pero aunque ya no quedaba comida aquel gato no se apartó de mi lado. Descubrí que era un gato muy noble, se dejaba acariciar, se frotaba contra mis piernas, me olisqueaba con delicadeza y me rozaba con sus zarpas sin sacar sus garras."Aurora estaba limpiando la herida y desinfectando la aguja, preparándolo todo para empezar a coser."Desafortunadamente me tuve que ir a trabajar y aquel gato se quedó plantado en ese sitio del parque mirando cómo me alejaba.A la vuelta del trabajo decidí dar un rodeo a casa y pasar por el parque, en el mismo sitio donde estaba aquel gato. Algo dentro de mí tenía la esperanza de que ese gato me hubiera estado esperando en el mismo sitio en el que lo dejé. Pero cuando llegué a aquel banco el gato ya no estaba. Claro, es un gato callejero, pensé, ellos no quieren a nadie, tienen su propia vida, es imposible domar a un gato. Pero antes de atravesar el parque escuché un ruido que me alertó, era un chillido desgarrador. Miré al rededor y busqué por todas partes el origen de ese chillido y lo que vi me heló la sangre.Un grupo de niños de unos trece años tenían cogido a aquel gato por el cuello, pero el gato no se defendía, no se retorcía, no bufaba, no hacía nada. Aquel gato se había resignado a vivir, los miraba con unos ojos que suplicaban mátame, acaba con mi existencia y así acabará todo este dolor.
La razón por la que el gato estaba chillando era porque los niños le estaban quemando la cola con un mechero y el gato maullaba de dolor. Yo me acerqué muy enfadada dispuesta a decirles cuatro cosas a esos niños, reñirles por jugar así con la vida de un ser vivo. Incluso en el fondo deseé un mal muy grande para ellos, que le hicieran lo mismo que le estaban haciendo a ese pobre gato."Aurora estaba terminando de coser la herida."Pero entonces vinieron los padres de aquellos niños. Al ver lo que estaban haciendo solo dijeron: soltad eso que nos vamos ya a casa. Y así lo hicieron, los niños soltaron al gato y se fueron con sus padres. No miraron atrás, no hicieron nada más. Simplemente, se fueron."
Aurora se limpió las manos de sangre con un trapo mojado en agua y miró al niño que aún continuaba observándola atentamente.
―¿Y qué pasó con el gato?―El niño se había olvidado completamente de su herida, ya cosida, y sacó fuerzas para seguir preguntando.
"Yo me quedé totalmente petrificada, claro, los niños no podían ser así de crueles porque sí. Un niño no aprende lo que es el odio, la crueldad y la intolerancia él solo. Un niño solo aprende observando e imitando y si no se le ponen límites crecerá como un arbusto salvaje sin podar, llegando a ser venenoso, pudiendo incluso matar con el roce de sus hojas. En aquel momento lo comprendí. Ojalá esos niños vieran otros modelos a seguir, ojalá esos niños vieran como alguien levanta a una señora que se ha caído en la calle, ojalá vieran como otro niño comparte su merienda aunque sea de su dulce favorito, ojalá vieran como le ceden el asiento en un autobús a una persona mayor y se cuestionen, que se cuestionen por qué ellos no hacen esas cosas, y que si alguna vez están en un apuro si les gustaría que personas como esas los ayudaran. Decidí que yo quería ser uno de esos modelos y que si alguna vez ayudara a alguien a comprender mínimamente lo que siento ya sería la persona más feliz del mundo por ello.
Me agaché y me acerqué al gato, el gato me rehuyó, desconfiado, pero estaba tan débil que no podía irse a ninguna parte. Lo cogí en brazos y lloré, lloré de impotencia y de pena. Cuando alcé la vista lo vi, uno de los niños que había estado maltratando al gato había vuelto a coger la gorra que se le había caído y estaba tirada en el suelo. El niño se quedó mirándome y yo no le pude decir nada porque ya no estaba enfadada, solo triste. Juraría que la cara de aquel niño había cambiado por completo, ya no tenía esa cara de placer que puso cuando estaba maltratando al gato, su cara era de un total desconcierto y algo de arrepentimiento. Y se marchó."
―¿El gato se puso bien? ―preguntó el niño.
―Sí, y fue muy feliz viviendo conmigo. ―dijo Aurora.
―¿Y aquel niño estaba arrepentido de haberle hecho daño al gato?
―No es tan fácil. Ojalá las personas cambiaran con solo un pequeño gesto. A lo mejor aquel niño sintió un poco de arrepentimiento pero estoy segura que después se convenció de que era solo un juego. Que solo estaban jugando.
―¿Y cómo cambian las personas?
―Con el tiempo. Y con la experiencias. Por ejemplo, seguro que tú a partir de ahora te conviertes en un niño muy valiente. Vamos a buscar a tus padres ¿vale?
Aurora se apartó un poco de aquel niño. Las manos aún le temblaban, era la primera vez que le cosía una herida a alguien. Pero eso no podía bastar, necesitaban ayuda médica cuanto antes. No sabían cuánto tiempo podrían aguantar en esa situación.